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En cuestiones de gestión de producción es frecuente que los árboles no nos dejen ver el bosque. Nos centramos en optimizar las producciones de las máquinas, sin recordar para que las necesitamos… ¿y qué es?… pues ganar dinero, naturalmente.

De esta forma invertimos esfuerzos en mantener estas máquinas produciendo “con eficiencia” artículos que quizás no son rentables, o que no se venden. O peor, las ponemos a hacer horas de forma urgente, para atender emergencias de stock que hemos creado nosotros mismos debido a nuestra forma de gestionar los pedidos.

Para “ver el bosque”, tenemos que considerar toda la cadena de suministro, es decir todo el proceso desde que se recibe el pedido hasta que se entrega al cliente. Por eso en las empresas de éxito modernas, la figura del director de producción está dejando paso a la figura del director de operaciones, y sus responsabilidades abarcan más que la mera gestión de la producción en la fábrica.

El director de operaciones tiene la responsabilidad de la gestión eficiente de toda la cadena de suministro. Y esto supone entre muchas más cosas, lo siguiente:

  • Analizar todas las gestiones que se hacen en todo el proceso desde que se recibe el pedido hasta que se sirve y preguntarse si son todas necesarias.
  • Preguntarse como se pueden optimizar las que existen.
  • Analizar qué productos son rentables y qué productos tenemos en almacenamiento.
  • Revisar cómo se planifica la producción, para reducir los plazos, los cambios de partida y sobre todo el stock que no es útil.
  • Razonar y negociar con el comercial el mix de producto, con objeto de maximizar los beneficios. 
  • Plantearse posibles cambios en el mercado y en la tecnología, plantearse óomo afecta a todo lo anterior y prepararse para ello.

De esta forma vemos que que el viejo director de producción se ocupaba de atender la demanda y reducir los costos; es decir, de la productividad como fuente de la rentabilidad. En cambio, el nuevo director de operaciones se preocupa de que se incremente el resultado de las operaciones, y esto supone entender a los clientes, saber qué es lo que buscan en los productos que vende la empresa, y junto con el departamento comercial adaptar la oferta de valor a las nuevas circunstancias aumentando la rentabilidad.

Y como prueba de todo esto, diariamente vemos actuaciones de este tipo a nuestro alrededor, vemos algunos ejemplos recientes:

  • Las grandes empresas de automoción ante la crisis de aprovisionamiento de chips para sus vehículos, se orientan hacia menores ventas pero con más margen. Y para ello, orientan el diseño de sus modelos tradicionales hacia un equipamiento/aspecto tecnológico superior, que justifique un incremento de precios.
  • Muchas empresas empiezan a utilizar la impresión 3D en el prototipado de productos e incluso la tirada de pequeñas series lo que supone una mayor velocidad de puesta en mercado y una retirada económica si el producto no triunfa.
  • Empresas de tamaño medio y pequeño externalizan su logística y su distribución para reducir sus costes, concentrándose en el producto y aprovechando las economías de escala de los grandes logistas. 

En definitiva, un director de operaciones moderno se ocupa de exprimir al máximo toda la cadena de valor, y no solamente en el momento, sino atendiendo a su entorno: valoración de la sostenibilidad por parte del mercado, productos sustitutivos, oportunidades que ofrecen la nuevas tecnologías, qué hacen los competidores… Y esto es trabajo tan inmenso que se convierte en una labor de equipo, por tanto tiene que coordinarse perfectamente con el resto de los departamentos y apoyarse también en sus recursos.