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Hacer funcionar una empresa en este mundo tan competitivo en el que nos ha tocado vivir, es un poco como vivir en el “juego de las sillitas”, todos corremos al ritmo de la música (modas, tendencias, altibajos de la economía….), mientras que de reojo vigilamos a los competidores. Y de repente debemos tomar posiciones y uno se queda sin silla. Que se le va a hacer, cualquiera puede quebrar, son gajes del oficio

Pues éste descalabro de la economía provocado por el COVID 19, nos supone algo así como que apagan la luz, quitan muchas sillitas, y bajan la música…¡¡¡pero el juego sigue!!!.

Y es que de repente, no tenemos luz puesto, que la información es confusa, y no tenemos datos claros de lo que están haciendo los demás, todo son rumores. El hecho de que van a desaparecer sillitas lo tenemos claro, puesto que la importante reducción del consumo a largo plazo sabemos que supone eso. Además, como hay mucha incertidumbre en el entorno (rebrotes, nuevas normativas, oportunidades y riesgos que no eran normales antes), hacen que no esté muy claro cuando hay que correr y cuando hay que asegurar para no quedarnos fuera de la competición. Por eso es momento de abrir mucho los ojos, y aguzar los oídos, es decir replantearnos muy bien nuestra estrategia.

En otros tiempos, hacer un plan estratégico parecía más bien algo de grandes empresas, muy profesionales, y que querían expandirse. Pero ahora, todos estamos obligados a hacerlo, puesto que ya sabemos que la recuperación no va a ser en V, sino que, tras el rápido descenso del consumo, esperamos una no tan rápida recuperación. Ello supone un plazo de tiempo en el que nos puede ser difícil o imposible sobrevivir con nuestro modelo de negocio actual y su estructura de costes.

Lo podemos hacer más complejo o menos complejo, con ayuda de una empresa consultora o no…pero hay que hacerlo con datos, y con boli y papel. Nos estamos jugando el futuro inmediato. Eso supone, reinventar la empresa planteándonos lo siguiente:

  • ¿Cuáles van a ser las ventas en nuestro mercado, y entre cuantos nos las tenemos que repartir?
  • ¿Qué más cosas sabemos hacer?
  • ¿Se pueden vender?
  • Para todo esto, ¿qué necesitamos?
  • ¿Cuáles serían nuestros costes?
  • ¿Hay margen?
  • … ¿Nos atrevemos?

¿Parece exagerado?, pues a quien se lo parezca, no tiene más que fijarse en como en lo peor del confinamiento, hubo tiendas de barrio, que con una pequeña página web, montada con cuatro euros, recibiendo pedidos por whatsapp y entregando a domicilio, fueron capaces de generar ingresos. ¿Qué pasará con los demás? ¿serán capaces de aguantar hasta que la nueva ola pase?.

De hecho, se dieron casos de empresarios aguantando ERTEs, en espera de que todo volviera a la normalidad, pero con una empresa que no atendía con normalidad porque algunos de los comerciales estaban también de ERTE, y además no había nadie para atender incidencias (cobro, pago, envíos…), porque estaban presionado el cobro sin atender en condiciones, porque si había un pedido no todos los tipos de pedido eran capaces de servirlos, etc.

Esto no es lógico, no va a haber un aviso de “mañana ya todo como antes”, y la situación hasta podría empeorar. Hay que dar un producto que realmente se demande, con un buen servicio (esa exigencia no ha cambiado), y hacerlo con una empresa bien dimensionada en recursos para sea rentable. Y si no se puede inmediatamente, habrá que hacer un plan (¿estratégico?) para conseguirlo, y habrá que hacerlo sobre la marcha, mientras seguimos adelante intentando mantener un servicio en condiciones, eso no es opcional, no nos podemos permitir perder más clientes.

Por supuesto esto es complicado, y puede que necesitemos ayuda. Igual que la pequeña tienda de barrio recurrió a un informático para hacer rápidamente esa web, quizás el empresario deba de recurrir a una empresa de consultoría, primero para descubrir hacia dónde quiere ir y segundo para adaptar los procesos.

Y volviendo a la web que mencionábamos… después de todo esto, ¿hay quien todavía dude de la importancia del comercio online? El cliente final, con la crisis del COVID ha acelerado su proceso de aceptación de las compras por internet. Para poder satisfacerlo, toda la cadena de suministro se ve afectada: nuevos actores (tiendas online), nuevos tipos de producto/servicio por parte de las tiendas físicas para poder competir, nuevos precios, rapidez en las entregas, rapidez en conseguir el producto a entregar, más competidores internacionales, almacenes automatizados…

Todo ello se apoya en la digitalización, pues las nuevas tecnologías posibilitan montar los procesos de una forma diferente, con más datos, con más capacidad de reacción, con más colaboración entre clientes, empresas y proveedores. Esto es lo que llamamos la Transformación Digital, y es algo que no podemos obviar por el hecho de ser complicado. Si nos hemos de plantear de nuevo nuestro modelo de negocio, más vale que lo hagamos con las mejores herramientas desde el principio. La Transformación Digital ha de formar parte de nuestra estrategia de adaptación.

En definitiva, los cambios van a ser muy grandes por diversos motivos, lo podemos ver como un problema o como una oportunidad. Tener un plan estratégico es importante, y, posiblemente lo tendremos que variar sobre la marcha. Pero solamente el hecho de meditarlo para crearlo nos va a cambiar, va a hacer que nos conozcamos mejor, y que estemos mejor preparados para reconocer y aprovechar las oportunidades que los nuevos tiempos traigan ante nuestra puerta.