Era mi primer día de trabajo. A mis veinte-pocos años, iba a ser el ayudante del ayudante del Responsable de Producción de una de las empresas punteras textil de la zona. El mismo dueño me acompañaba por todas las secciones presentándome a los encargados y explicándome el proceso.
No se sabía muy bien todavía lo que iba a hacer yo. Las influencias de los padres entonces pesaban mucho.
Así que, sentado en mi despacho me hice un esquema de la empresa y empecé a visitar las secciones yo mismo una por una. Cuando llegué a la sección de hilatura, me puse a ver las máquinas y de repente se me acerca alguien por detrás y me dice: “Tú, fuera de aquí”. Me quedé perplejo. Intenté explicarle quién era, igual no se acordaba y me dijo: “¿Tú sabes lo que es el respeto? Aquí no entra nadie sin mi permiso, ni el mismo dueño”.
Aquella lección me duró toda la vida. Entonces no se hablaba de Prevención de Riesgos ni de organigramas. Al encargado de la sección se le llamaba “Mayordomo” y era como el capitán de un barco. Nadie mandaba más allí que él. Había una conciencia de Responsabilidad que no había que
explicar y todos respetaban el escalafón a todos los niveles.
Hoy en día ya no somos tan jerárquicos, y las organizaciones intentan ser más horizontales. Pero no nos olvidemos de que, si ponemos a alguien a cargo de la dirección de un grupo de personas, y después damos ordenes directamente a ese grupo de personas sin la presencia de dicho mando intermedio, lo vamos a DESACTIVAR. ¿Por qué?, pues porque le estamos quitando la autoridad y esto DESMOTIVA.
Si nos comunicamos directamente con los subordinados, además de que podemos llegar a contradecir las órdenes de su mando sin darnos cuenta… ¿cuándo haya problemas, a quién se deben dirigir sus subordinados?. Se supone que tenemos un mando intermedio para descargarnos de
trabajo, si acabamos resolviendo nosotros todas las situaciones que surjan, NO lo vamos a conseguir.
Además, si las cosas van bien o mal ¿podemos pedirle responsabilidad?, y sobre todo ¿se va a sentir
él responsable?.
Las estructuras organizativas son una buena idea, pero una vez elegidos el “número de escalones” jerárquicos, hay que respetarlos, puesto que cuando nos saltamos la cadena de mando, no solamente provocamos estos problemas mencionados. Hacemos que la información no fluya en el
sentido correcto, y esto ocasiona que haya pérdidas de la información que no llega al lugar adecuado.
Y si alguien ve claro todo esto, quizás pueda recordar cuando se ha visto en la situación del mando puenteado.