¿Quieres saber qué pasará si empiezas a medir el desempeño de un grupo de tus trabajadores cuyo rendimiento antes no se controlaba y además les avisas de ello? Que su rendimiento subirá entre un 15% y un 20%.
¿Piensas que esto es un planteamiento de “negrero”? ¿O de jefe excesivamente desconfiado? Pues entonces haz esta reflexión: si por ejemplo has empezado a realizar una actividad deportiva como correr, te puedes comprar un reloj que mida tu recorrido y tus cronos. ¿Sabes lo que pasará? Que tu rendimiento subirá entre un 15% y un 20%.
¿Qué tienen en común estas situaciones? Que tanto esos trabajadores, como tú ahora, os dais cuenta de en qué momento algunas de vuestras acciones os hacen perder resultados: perder el tiempo, haber trasnochado el día de antes de ir a correr, llevar la máquina a velocidad muy lenta… y eso ocasiona que los comportamientos que hacen bajar el rendimiento se reduzcan o incluso se eliminen.
Por supuesto para que esto se produzca tiene que haber una motivación a conseguir buenos resultados. Esto es algo que como norma general los trabajadores obtienen automáticamente cuando saben que van a ser observados, y tú también cada vez que te miras al espejo y ves si el entrenamiento está dejando o no huella en tu cuerpo serrano.
Pero ¿qué pasa si tanto a tus trabajadores como a ti os ayuda un entrenador? Pues que probando otra forma de hacer las cosas, vais a obtener resultados que ya no dependen de la voluntad sino del método. Entonces los resultados se pueden incrementar mucho más de un 20%. Se puede reducir el tiempo de ejecución del trabajo eliminando tareas innecesarias o mejorar tu marca con el uso de las zapatillas correctas.
Habiendo conseguido esta drástica mejora, es el hecho de seguir con la medición, lo que nos impide caer a los niveles de rendimiento anteriores. Eso y dos cosas más:
- Recordar cuál es el método adecuado. Aunque parezca mentira, las buenas practicas se olvidan y se abandonan. Esto sucede por distintas causas: cambio de personal, ausencia de recursos transitoriamente, comodidad personal de los implicados… Y la mejor manera de recordad es escribir, ya sea procedimientos de trabajo o código
fuente del ERP de la empresa. - Revisar periódicamente que se usan los métodos aprobados. Por medio de auditorías, comprobaciones personales del jefe, o cómo se estime más práctico.
Fácil, ¿verdad? Entonces ¿por qué hay tantas empresas españolas que trabajan sin apenas mediciones o indicadores?
Bueno, quizás porque no es tan fácil. Para medir hace falta que alguien registre datos. Lo más sencillo es que estos datos sean los mismo que se registran como resultado de las operaciones normales de la empresa: registro de pedidos, finalización de orden de trabajo, descuento de mercancía del inventario. Y esto es algo que se hace en el ERP de la empresa.
El problema es que no hace tanto tiempo que el uso de ERPs se ha generalizado en España, y de hecho hay pequeñas empresas que se manejan con un programa de contabilidad y unas EXCEL. Por otra parte algunos de los ERPs no se han llegado a implantar eficazmente en al área de producción, quedando limitadas más a Comercial y Administración.
Además, en los programas antiguos resulta difícil extraer los datos para la creación de gráficos e indicadores distintos a los originalmente proporcionados con el software; y sobre todo es casi imposible cruzar con datos de otras fuentes de la empresa. Esto y la tiranía del día a día nos lleva muchas veces a aplazar las mediciones de áreas vitales de nuestra empresa. Como se suele decir “lo urgente, no deja tiempo para lo necesario”.
Por supuesto medir lo necesario, y encontrar el equilibrio entre la supervisión y el exceso, es importante y tiene su arte. Como todo en la vida… pero, un 20%, ¡¡¡UN 20 %!!! Esto no es algo que podamos dejar pasar. En especial porque tecnológicamente es cada vez más fácil solventar todos estos problemas y todo el mundo intenta aprovecharlo, también la competencia.
Por eso lo que está claro es qué MEDIR, es y debe ser una de la principales herramientas para la Dirección de una empresa.