‘¿Cómo salimos de ésta?’ – Me preguntó.
Hacía unos meses que nos había contratado para que analizáramos la situación de la empresa. Decía que no tenía prisa y nosotros íbamos revisando cada departamento, hablando con la gente y haciendo anotaciones, pero en realidad lo que quería era que supiéramos exactamente qué estaba pasando.
Cuando tuvimos la foto global nos dimos cuenta de que él lo abarcaba todo, nada se movía sin su consentimiento. No dejaba que nadie pensara ni decidiera nada. Él atribuía los problemas a la incompetencia de sus empleados y no era así.
Pero un día enfermó y todo se paró. Entonces vimos la ocasión para desplegar un sistema de gestión que apenas existía porque él lo llevaba todo en la cabeza.
Era la primera vez que lo veíamos sentado en su mesa que tenía impoluta.
Le dijimos: “cuando no haga falta que te levantes de la silla y todo funcione, no hará falta nuestra presencia. Y cuando no haga falta que vengas y todo funcione, habrás salido de ésta.”
Para conseguirlo, montamos un cuadro de mandos en operaciones y otro en comercial, y estructuramos un sistema de reuniones semanales para estudiar la evolución de los indicadores y plantear acciones. De forma mensual el responsable comercial y el de operaciones se sentaban en torno a “la silla” y le daban parte de lo sucedido al Gerente y de las acciones iniciadas. Lejos de estar preocupados por este control, parecían motivados por poder tomar la iniciativa.
Y el Gerente dejó hacer y hubo fallos, pero en general la empresa mejoró…mejoró mucho. Pero lo que más mejoró fue la carga de trabajo del Gerente y su estado de salud. Por fin había conseguido delegar pero sentirse con el control de su empresa.