Spread the love

El primer día nos presentaron al Director de Producción, al Responsable de Programación, al Controlador de Turnos, a los ingenieros y a los encargados. Nos sentíamos abrumados ante tal despliegue, pero el gerente nos había dicho: haced que sean resolutivos.

Dijimos que sí, claro, pero todavía no sabíamos a qué se refería.

Nos sentamos a trabajar, a ver el proceso, controles, resultados, etc. Y en ese mismo momento nos dimos cuenta de lo que pasaba. El equipo era en su mayoría gente joven bien cualificada, pero, parecía que nadie sabía por dónde iba. Se hacían las cosas, salían los pedidos, se invertía mucho tiempo en todo, pero no había una dirección clara de lo que había que hacer.

Había más reuniones que horas tenía el día. Corros alrededor de la cafetera, anotaciones por todos lados, correos con copia a todo el mundo, y aun así las cosas se quedaban en el aire. Nadie tomaba decisiones claras y los proyectos tardaban en mucho en decidirse y más en ejecutarse…si se conseguía.

Conforme fuimos haciendo preguntas sobre conceptos, fuimos marcando trabajo a realizar. Al principio suponía una montaña porque, además de las mil reuniones, estaban nuestras imposiciones.

Decidimos ir a algunas reuniones en las que veíamos lo mismo, se hablaba, pero no se concretaba nada: “hay que hacer, hay que decir, se debería, es importante vigilar que, yo creo que…”

Al no estar claras las prioridades y el propietario de cada área de decisión, no había “un director de orquesta” claro, todos los músicos tocaban melodías estupendas, pero no había forma de que el conjunto sonara bien. Contratar talento en una empresa no es suficiente, hay que dirigirlo. Si esto no se hace bien, o no se tiene suficiente tiempo para hacerlo, cuanto más “virtuosos” hay, más difícil es la comunicación eficaz.

Establecimos objetivos simples pero importantes, repartimos subobjetivos y tareas por áreas. Reuniones de seguimiento, preparadas de antemano, con puntos claros y trabajo para hacer, responsables y fechas…y de repente sin saber cómo había pasado, la sensación de control se fue adueñando de todo el mundo. Se sentían mejor porque empezaban a tener una línea clara y el Gerente lo advirtió sin que nosotros le dijéramos nada.

Pasamos de mil gráficos con tres mil colores, a un cuadro de mandos COMÚN que todo el mundo sabía por qué estaba cambiando y cuál era su manera de contribuir…y su responsabilidad.

Seamos resolutivos.